Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

Del Ferrocarril al Petróleo 2

* La guerra por el poder y el dinero

(Segunda y última parte)

 

En la primera parte, de esta serie de dos, se describe cómo, desde antes que Porfirio Díaz llegara a la presidencia, el gobierno y los inversionistas norteamericanos le dan armas y tejen la trama para quedarse con los ferrocarriles mexicanos y de qué manera, posteriormente, con la intención de eliminar a los europeos para quedarse con la industria del petróleo, dan financiamiento tanto a Madero como a Carranza para que lleven al cabo su revolución.

El 2 de agosto de 1914, Alemania le declara la guerra a Rusia y a Francia y ataca a Bélgica; como consecuencia, Inglaterra declara la guerra a Alemania y comienza la Primera Guerra Mundial.

El mismo agosto de 1914 se rinde el gobierno de Victoriano Huerta —quien huyó de México un mes antes— y entra Venustiano Carranza al Distrito Federal.

La guerra mundial distrae a gobierno e inversionistas norteamericanos para beneficio de Carranza. Por lo menos, tiene las manos un poco más libres que sus antecesores en el poder.

Sigue la lucha contra Pancho Villa, quien es derrotado finalmente el 19 de octubre de 1915 en Durango. Al siguiente día, el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, reconoce a Carranza como la figura que encabeza el gobierno de México.

Sin embargo, la Deuda Externa es agobiante. Se tiene que pagar el mil por ciento por el financiamiento que recibió Carranza de los petroleros de Estados Unidos, quienes tomaron los pesos constitucionalistas a 9 centavos y ahora los cobran a 100, ese fue el trato.

A fines de 1916, Venustiano Carranza decreta la incautación de los bancos que operan en el país.

El artículo 27 de la Constitución es peligroso para los invasores del petróleo y comienza uno de ellos, Doheny, a moverle el tapete a Carranza, lo quiere derrocar por eso y por los nuevos impuestos; dice que “sale más barato financiar otra revolución”. Busca aliarse con Lord Cowrdray, pero éste rehúsa.

A Villa intenta mandarle dinero por medio de Albert B. Fall (abogado de Terrazas, por cierto) y le promete formar una nueva república en el norte del país, pero el Centauro del Norte se niega terminantemente; jamás recibe dinero extranjero, su financiamiento proviene de las haciendas que arrebata a los poderosos terratenientes.

A Carranza lo asesinan en Tlaxcalantongo la noche del 20 de mayo de 1920, madrugada del 21, por órdenes de Álvaro Obregón, quien decreta, el 31 de enero de 1921, la devolución de los bancos y posteriormente acuerda con el gobierno americano los “Tratados de Bucareli”, en los que se compromete a no aplicar el artículo 27 constitucional a los inversionistas extranjeros; en otras palabras, a no expropiar las empresas petroleras. Cumplida esta condición, lo reconoce el gobierno de Estados Unidos como el nuevo presidente de México.

Un punto importante en toda esta historia es que los bonos que el gobierno mexicano emitió para pagar la deuda a los accionistas de la banca —por el tiempo que estuvo en poder del Estado— debían haberse amortizado en 8 años con intereses del 6% anual, pero no se hizo así; todavía en 1951 existían esos bonos y se cambiaron —conversión obligatoria— por bonos a 40 años.

La Deuda Externa seguía creciendo y el 16 de junio de 1922 firma Adolfo de la Huerta, secretario de Hacienda en el gobierno de Obregón, el Convenio De la Huerta-Lamont con Thomas W. Lamont, representante de los bancos extranjeros agrupados en el Comité Internacional de Banqueros con negocios en México, organizado éste por la casa bancaria Morgan de Estados Unidos.

Este tratado establecía el pago de la deuda por la incautación de los ferrocarriles (242.4 millones de dólares) y el pago de los intereses vencidos hasta ese momento (218 millones de dólares), pero no se cumplió; la suma determinada por los intereses seguía subiendo y en consecuencia la deuda ferrocarrilera y la externa.

Luego vino la Enmienda Pani, o Convenio Pani-Lamont, bajo  el gobierno de Plutarco Elías Calles, firmado por Alberto J. Pani (el amigo de Hopkins), secretario de Hacienda; el compromiso era pagar y devolver los ferrocarriles el 31 de diciembre de 1925 a sus antiguos dueños —norteamericanos básicamente—. La devolución se hizo, pero el pago otra vez no se cumplió. Los intereses y las deudas seguían ascendiendo.

Otro convenio, el 25 de julio de 1930, bajo el mandato presidencial de Abelardo Rodríguez y su secretario de Hacienda Luis Montes de Oca, quien firmó el Convenio Montes de Oca-Lamont. La deuda ahora es de 239.6 millones (hubo abonos), los intereses son por 147.5 millones y el capital social autorizado 230 millones, haciendo un total de 617.1 millones de dólares; se terminaría de pagar el 31 de diciembre de 1975.

Para tener una idea de la magnitud de la deuda contraída con las empresas extranjeras propietarias de los Ferrocarriles Nacionales, basta comparar los 617.1 millones de dólares de 1930 con la indemnización que se comenzó a pagar en 1940 por la expropiación petrolera, que fue de 182 millones de dólares; una suma más de tres veces mayor, diez años antes.

Lázaro Cárdenas nacionalizó los Ferrocarriles en 1937 y en 1942 se hizo otro convenio porque el de Montes de Oca tampoco se cumplió. Revalidado en 1946, compromete a la nación a pagar 233.1 millones de dólares más intereses atrasados desde 1913; los intereses futuros se fijan en 4.35% anual, para terminar de pagar el 1 de octubre de 1977, pero la fecha se siguió recorriendo, como veremos más adelante.

Por lo que se refiere a la industria petrolera, expropiada el 18 de marzo de 1938, por Lázaro Cárdenas también, a los inversionistas norteamericanos se les pagaron 51.7 millones de dólares entre 1940 y 1953. A los ingleses no se les iba a pagar debido a su intromisión en los asuntos internos de México  —medida constitucional—, pero Miguel Alemán decidió pagarles, les reconoció 130.3 millones de dólares que cobraron de 1948 a 1962. Se acusa a Alemán de haber comprado los documentos en poder de los ingleses en centavos para vendérselos a la nación en pesos, cuando él mismo decidió el pago.

Dice José Vasconcelos en uno de sus libros que un año antes de la expropiación petrolera se encontró en Estados Unidos a Rafael Zubarán Capmany, quien salía de la oficina de un alto funcionario de aquél país y le dijo que había ido a tratar asuntos del petróleo como enviado del gobierno de México.

Vasconcelos pasó a su vez a hablar con tal funcionario y éste le reveló que Zubarán le había llevado el plan para la expropiación petrolera, que el gobierno yanqui quería que Cárdenas echara fuera a los ingleses de la zona de Poza Rica, potencialmente una de las mejores del mundo, y que les convenía la expropiación dado que sólo las compañías americanas contaban con barcos para exportar petróleo, por lo que el precio por barril lo pondrían los mismos consorcios en la boca del puerto.

Parece haber una contradicción en lo que Vasconcelos afirma, debido a que Zubarán estuvo exiliado en Estados Unidos desde la Rebelión Delahuertista de 1924, y regresó al país trece años después, en 1937, para escribir en el periódico El Universal hasta su muerte, en 1948.

Conclusión:

Ferrocarril, petróleo, expropiación de la banca, Deuda Externa. La historia se repite, es la misma, la de la intervención extranjera.

Los hechos hablan por sí solos. La revelación de documentos nos permite hacer mejores análisis.

Durante los últimos años han surgido diversas investigaciones extranjeras sobre la Revolución Mexicana, pero desafortunadamente incompletas y además tienden a justificar, disculpar, o a tratar de reducir el tamaño de la intervención de sus países de origen en los sucesos ocurridos en esa etapa. A la luz de nuevos documentos, hace falta profundizar en una historia no oficial.

Recordemos. Funcionarios norteamericanos con intereses en los ferrocarriles mexicanos apoyaron económicamente a Porfirio Díaz para que fuera presidente y después los mismos intereses —con inversiones también en el petróleo— apoyaron a quienes le quitaron el poder.

Es una cadena que implica, primero, las invasiones y el desmembramiento del territorio mexicano, y después, la desintegración del poder político y económico de México. Es la ley de los más fuertes, la ley de la guerra, la guerra por el poder y el dinero.

Los Ferrocarriles permanecieron hipotecados durante décadas, al grado de que se calculaba que la deuda que comenzó a crecer con la revolución se acabaría de pagar hasta el año 2038.

Hasta el mes de julio de 1954 se logró la desaparición del Comité Internacional de Banqueros con Negocios en México, después del fallo de los tribunales de Nueva York, aunque la deuda persistió.

La Deuda Eterna llegó en 1970 a 6,086 millones de dólares. Para 1976 era de 25,883 millones y en 1982 llegó a estar en 80,000 millones de dólares.

Un cuarto de siglo después, casi finalmente, ya sabemos cómo termina la historia de la Deuda (ver Personajes del 28 de enero de 2008 en “Columnas anteriores, más abajo), esto es lo medular:

Este tipo de problemas han originado muchas guerras en el pasado, buscando un nuevo reparto del mundo y en gran parte esa búsqueda es la causante de la recesión en Estados Unidos, por su afán de quedarse con el petróleo de Irak, aunque eso le haya costado ya doscientos mil millones de dólares y una crisis económica que ya tiende a ser mundial.

La Deuda Externa de México, afortunadamente, ha ido a la baja de manera drástica con los gobiernos panistas de Fox y Calderón y las reservas monetarias siguen aumentando, afortunadamente también para resistir con mayor eficacia la recesión que ya comenzó en la nación más poderosa del planeta.

De haber seguido con gobiernos priistas, de no haberse dado el cambio en el año 2000, la situación se podría vaticinar de pésimas expectativas, y para demostrarlo podemos comparar tanto las reservas monetarias como la deuda externa a partir del último año de gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (GDO), en 1970.

Tomaremos entonces las cifras de Deuda Externa (DE) y Reservas Monetarias (RM) en el último año de GDO; el último de Luis Echeverría Alvarez (LEA), 1976; el último de José López Portillo (JLP), 1982; de Miguel de la Madrid Hurtado (MMH), 1988; de Carlos Salinas de Gortari (CSG), 1994; de Ernesto Zedillo Ponce de León (EZP), 2000, último priista; de Vicente Fox Quesada (VFQ), 2006; y finalmente de Felipe Calderón Hinojosa (FCH), al último día de 2007 con solamente un  año de gobierno. Todo en millones de dólares.

GDO   DE:   $4,262.80            RM:   $820.00

LEA    DE:   $19,600.20          RM:   $1,411.00

JLP     DE:   $58,874.20          RM:   $1,832.00

MMH   DE:   $81,003.20          RM:   $6,379.40

CSG    DE:   $85,435.80          RM:   $6,148.00

EZP    DE:   $84,600.20          RM:   $35,585.00

VFQ    DE:   $42,974.60          RM:   $67,680.00

FCH    DE    $40,000.00          RM    $80,000.00

Echeverría multiplicó casi por cinco la deuda externa respecto a Díaz Ordaz y López Portillo la multiplicó por 14 respecto al mismo Díaz Ordaz; mientras que LEA solicitó préstamos al exterior por $15,400.00 millones de dólares, JLP lo hizo por casi $39,000.00. Entre los dos “amigos desde la infancia” hipotecaron a la nación por $54,611.40 millones de dólares, como ningún otro presidente de México lo hizo antes ni después.

Las reservas monetarias aumentaron a más del triple con MMH respecto a JLP, luego bajaron con CSG y volvieron a subir drásticamente con EZP multiplicándose casi por 6.

Pero el sexenio de Fox llama la atención porque redujo la deuda a la mitad de la que tenía al recibir el mandato y casi duplicó las reservas para encontrarnos, por primera vez en la historia, con mucho más reservas monetarias que deuda externa.

En la actualidad con Felipe Calderón, la deuda externa se ha reducido al menor porcentaje respecto al PIB, 4.4%, mientras que Fox la dejó en el 9%. Las reservas monetarias son ahora de casi 80 mil millones de dólares, con ellas podríamos pagar la deuda externa y nos quedaría todavía una cantidad igual a la pagada.

Tenemos ahora precisamente la situación contraria a la del final del gobierno de Zedillo, nuestras reservas son el doble de nuestra deuda; en otras palabras, la economía nacional estaba de cabeza y ya la tenemos de pie.

Bastan estas cifras para darnos cuenta de lo que significaron 70 años de gobiernos priistas en el desarrollo de la nación, cuando con sólo 7 años de gobiernos panistas México comienza a levantar la cabeza dando la vuelta a las finanzas.

No acusamos ni exculpamos a nadie, el periodista debe ser apartidista, simplemente mostramos las cifras que, esas sí, no pueden mentir.

Las preguntas con las que terminaba la investigación del que esto escribe eran las siguientes:

¿Se repetirá la historia?, ¿en círculo o en espiral? ¿Cómo pagaremos la Banca expropiada? ¿O la vamos a devolver otra vez? ¿Y los Ferrocarriles? ¿Y el Petróleo? ¿Y la Revolución?

El Fondo Monetario Internacional es un nuevo Comité Internacional de Banqueros. Tendrá que desaparecer.

Y las respuestas, todos las conocemos:

La Banca fue privatizada nuevamente; los Ferrocarriles Nacionales desaparecieron y la administración de los mismos sigue en proceso de liquidación, aunque parezca increíble; el Petróleo sigue en el filo de la navaja, pero la modernización de la industria tendrá que darse pésele a quien le pese; y la Revolución... ¿Hubo Revolución? ¿O fue, como dice Rius, La Bola?

La frase final de la investigación realizada por el autor de estas líneas se convierte ahora también en el final de esta historia:

La Historia se repite. El proceso dialéctico es inexorable.

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